martes, 11 de febrero de 2014

Estar mal.





Para que no haya malentendidos prefiero dejarlo claro desde el principio, este no es otro blog de crítica de cine.  Los tecnicismos sobre por qué una película es buena o mala no me interesan en absoluto, la erudición y la terminología de los entendidos en la materia no me preocupan, y si la presencia de todas estas cosas se me cuela por la puerta de atrás, como estoy segura de que así ha sido y será alguna vez, os pido disculpas de antemano, pero hay algunos vicios universitarios que son muy difíciles de erradicar. Lo que yo quiero es hablar de las películas, de lo que dicen, de lo que cuentan, de lo que contienen, de lo que evocan y de lo que me dejan horas más tarde de que se  haya apagado el proyector, cuando ya las creo lejanas e inocuas, y de repente en un momento de silencio interrumpen con una imagen, una frase o una idea cualquier tarea cotidiana.

El momento en que uno se reconoce anómalo es toda una tragedia individual. No entraré en si esa concepción está justificada o no, o en si los anómalos son los otros (dejemos a Foucault y a Amenábar para otro día). Lo que ocurre es que uno comprende que hay algo dentro de sí mismo que no funciona como en el resto de la gente. Casi nunca se puede concretar en unos síntomas ni explicar con unas causas. Pero uno lo sabe. La herida, ópera prima de Fernando Franco, es una película sobre una persona anómala. Los que hayáis leído algo sobre la película sabréis que lo que el director se propuso fue hacer una radiografía psicológica y humana de una persona con trastorno límite de la personalidad. Sin embargo, esta información ya pertenece al ámbito de la clínica psiquiátrica y no es en absoluto necesaria para comprender al personaje. Todo lo contrario, el síndrome en sí mismo "trastorno límite de la personalidad" no se nombra ni una sola vez en la película.



Así que olvidémonos de que este dolor podría ser diagnosticable fácilmente bajo el epígrafe "trastorno límite de la personalidad". ¿De qué nos habla, que nos grita esta película a través de su protagonista?  En primer lugar nos habla de dolor, de un dolor-herida sin justificación aparente, ya que el espectador en ningún momento conoce qué razones tiene Ana para actuar como actúa y esto es un elemento muy importante. Estamos acostumbrados, en el cine y en la vida, a que todas las cosas que acontecen tengan una causa, eso es lo que ocurre en los universos ordenados. Pero cuando nos adentramos en el universo de los anómalos esa norma no siempre se da, la felicidad puede traer la infelicidad, del orden puede nacer el caos, y para toda acción no siempre hay una causa. De la misma manera que Lars Von Trier en Melancholia acertaba al no explicar el mal que sufría Justine, sino en describir como se desarrollaba y poner en escena los diferentes procesos que atravesaba el personaje, Fernando Franco no tiene voluntad de entender ni solucionar la vida de Anita Ortega.  Obviamente, todo tiene su explicación y tanto en la película de Trier, como en la Franco, el espectador avispado encontrará pistas para completar el rompe-cabezas. Sin embargo, hay que destacar la elegante ambigüedad de los dos directores a la hora de no hacerlo explícito, entre otras cosas porque el espectador en ambas películas es un mero acompañante de las protagonistas, y dado que estas ignoran lo que les ocurre, el espectador que tiene que descender a su universo, tampoco puede saberlo.



Si el dolor es el contenido, el cuerpo es el continente. El cuerpo tiene una importancia fundamental en esta película porque es el que recibe el dolor. Cuando Ana es incapaz de contener el dolor en el interior de su cuerpo, tiene que convertirlo en un gesto externo, en un acto compulsivo, en cualquier actividad que suponga una descarga, un convertir lo inexpresado en tangible. Muchas veces esos actos son una agresión hacia el propio cuerpo, lo que viene a subvertir el orden natural de los acontecimientos, Ana no está herida porque se ha hecho una herida, Ana se hace heridas porque está herida. Pero además el cuerpo tiene otro significado paradójico dentro la película, y es que Ana trabaja en una ambulancia cuidando de personas heridas, de cuerpos heridos, como el suyo. Hay un claro contraste entre el resto de su vida, y los momentos que comparte con otros enfermos donde muestra una sensibilidad fuera de lo común. Da la sensación de que su propia conciencia de anomalía la hace identificarse con los pacientes a los que cuida,  comparte un vínculo común con ellos: la lucha por sobrevivir pese a las heridas, ser habitante de un cuerpo dañado.



En pocas películas españolas el cuerpo adquiere una textura tan intimista. La cámara de Fernando Franco se pega a Marian Alvarez, y capta cada pequeña convulsión, cada matiz en la mirada, cada variación en la respiración del personaje. La respiración es parte esencial de la puesta en escena, actúa como verdadero leitmotiv de las variaciones anímicas de Ana. La herida tiene un estilo narrativo y visual más parecido a lo mejor del cine Dogma escandinavo, que a lo que estamos acostumbrados a ver en el cine español. 

Un último aspecto que no quería dejar de mencionar es la  diferencia entre la Justine de Melancholia y Ana Ortega. Mientras Lars Von Trier construye un personaje absolutamente estilizado, con un nombre, clase social e historia elitista e intelectual, lo que más llama la atención de Ana Ortega es lo convencional que resulta en el resto de aspectos de su vida, más allá de sus manifestaciones patológicas: desde el nombre Anita Ortega, sus amigos, su trabajo, su lenguaje, sus ambiciones (comprarse un coche), su madre, su casa etc. ¿Qué es lo que hay detrás de este entorno tan convencional?  En mi opinión, Fernando Franco le ha querido dar a su patológica protagonista una identidad muy familiar, para colocar como segunda idea de la película que no hace falta ser un extravagante  para sentir y percibir la realidad de una manera diferente.  Los anómalos del mundo no se significan por la risa de Jack Nicholson en ¿Quién voló sobre el nido del cuco? Quizás sólo son personas que miran al infinito por la ventanilla del metro, quizás son personas a los que sus amigos llaman cariñosamente Anita, que echan siempre el pestillo en el cuarto de baño. La cuestión que la película deja también un poco esbozada, pero no acaba de concretar es ¿Cómo reacciona la sociedad ante ellos? ¿Nos asusta el dolor? ¿Somos capaces de mirar las heridas ajenas? ¿Somos capaces de reconocer las propias? En una era en que la felicidad es una promesa de marketing, el cuerpo enfermo es desplazado, las heridas se camuflan y el dolor es percibido como un signo de debilidad.


El año pasado me pasé seis meses convencida de que padecía trastorno límite de la personalidad. Cada día llegaba a casa y le pedía a mi amiga Marta, psicóloga, que me hiciera los tests de trastornos de la personalidad que tenía en un librito al lado de la mesita de noche. Ella se reía y me los hacía. Afortunadamente siempre me salió que no, aquella sólo resultó la ser neura del momento. Pero yo le insistía una y otra vez : "marta pues si no es eso, es otra cosa, pero algo tengo". Marta se reía y decía una cosa, que a días me tranquilizaba, y a días me ponía los pelos de punta: "todos puntuamos en algo". 
 La cosa se me pasó, llegó septiembre, mis amigas y yo pasamos por mil altibajos,  nuestra cuota de lágrimas siguió superando con creces la media nacional, los dramas  han seguido yendo a nuestro ritmo habitual, uno y medio a la semana. 

Una tarde de Navidad, cuando yo ya no pensaba en trastorno límite ni nada, hablando con Marta  de otro tema llegó el veredicto pillándome por sorpresa:

"- Pues es eso, lo que nos pasa a todas, a todas nosotras, a ti, a mi, a Lola y a Carla. No sé si tiene un diagnóstico, no sé si es una clase de neurosis, no sé cómo diagnosticarlo, pero es algo, claro que es algo: ese ansia, esos lloros, esas emociones que nos desbordan, ese no saber, esa insatisfacción...Es el malestar. "

Así que me volví a casa y pensé en el malestar, en la insatisfacción y en Madame Bovary, novela que se me hizo insufrible a los 16 años. Pensé que quizás tenía más cosas en común con Emma Bovary de las que me hubiera gustado admitir en un principio. Pensé que tal vez sólo rechazamos de forma  irracional aquello que somos incapaces de aceptar de nosotros mismos, como la escena en que la madre de Ana (Rosana Pastor) se escabulle del abrazo herido de su hija. Y pensé en una frase que dijo una de mis amigas, con esos mismos 16 años , y que me impresionó mucho: "me duele la vida".

Ahí estaba: el momento trágico, la conciencia de la anomalía. ¿Qué tiene que ver todo esto con la película? Pues que quizás La herida además de ser una película sobre una enfermedad, una enfermedad ignorada por quién la sufre,  es también un espejo en el que podemos ver reflejado todo el malestar humano, el mío, que se encarna en este cuerpo al que también amo y maltrato, cuido y destruyo, como casi todos nosotros.




Si la película os ha dejado con muchas dudas, aquí está la ronda de preguntas que Fernando Franco y Marian Alvarez respondieron en el Festival de San Sebastián. Se oye un poco regular, así que subid el volumen, da gusto escucharlos a hablar sobre la construcción del personaje y el proceso creativo de la película con tanta profundidad y naturalidad. Cine sin artificios. 



2 comentarios:

  1. ¡Hola! Buscando películas relacionadas con el TLP, el cual tengo, he encontrado tu blog y la verdad es que me ha resultado muy interesante; lo he añadido a mis favoritos.
    No he visto esta película pero lo haré pronto.
    Busco una película que poder mostrar para explicar lo que me pasa. He visto "Inocencia interrumpida" y solo puedo identificarme de cierta manera con el personaje ya que no lo veo muy logrado aunque dentro del TLP caben muchas patologías...
    Cuando haya visto esta, te diré si me identifico aunque tiene pinta de que sí.

    ¡Un saludo!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola Clara!
      Muchas gracias por tu comentario. No soy una experta en TLP. Simplemente me gustó la película, yo me sentí muy identificada con la protagonista y no tengo TLP ( o eso dice mi amiga Marta). Es difícil que una película explique lo que te pasa desde el punto de vista clínico, pero puede ayudarte a hacerte preguntas, y a pasar un buen rato que al fin y al cabo es a lo que hemos venido. A mi me interesa el tema de la patología en el cine , porque me interesa la alteridad, es decir, como trabaja el arte con los puntos de vista que se salen de lo establecido. En ese sentido te recomiendo "Melancholia" de Lars Von Trier y también "Rompiendo las olas" del mismo director, no son casos de TLP, pero si son casos de mostrar el mundo desde otras sensibilidades, desordenes, desde otros mundos...a lo mejor te inspiran. Ojalá que si. Un saludo.

      Eliminar